He plantado una rara semilla de Rosa magnética en este vergel en la nube con el fin de crear un lugar de encuentro para algunos de mis relatos y quimeras. Si te pica la curiosidad, aquí encontrarás alguna que otra muestra de mi trabajo como escritor. Te brindo la oportunidad de disfrutar con total libertad del color de mis ensueños, y firmar con un comentario si descubres algo de tu agrado.

domingo, noviembre 21, 2010

EL SUSURRO DE LOS SUEÑOS




Una noche más, guarecido de la dilatada sombra del crepúsculo que presiona mis parpados con perfume de nostalgia, y poco antes del hermoso amanecer que teñirá las nubes del éste de colores carmesí como pinceladas de acuarela sobre un lienzo desabrido, siento algo que no alcanzo a comprender girando en el interior de mi cráneo. Acaricia tiernamente mis ideas con tacto de seda; susurra palabras a mi oído que me hacen sonreír; recorre mi cuerpo como la estática y excita la frágil membrana que me separa de esa desamparada realidad a la que no desearía regresar.
    No, si no es con mis dedos enlazados a los tuyos.
    Una noche más, en la soledad de mi aciago dormitorio, mi cuerpo físico yace preso de las sabanas, cautivo por asfixiantes sogas que mi mente solo puede desasir cuando pienso en ti. Por un instante experimento miedo; la oscuridad de mi mente presiona mis pulmones e intenta detener mi corazón. Me pregunto: ¿por qué tanto empeño en acallar mis latidos? ¿Los celos alimentan su sed? Sed de soledad. Pero entonces se dibuja tu perfil en el horizonte y comprendo que, a pesar de cualquier mal, todo estará bien. Las preocupaciones ya no existen. La oscuridad se repliega a su gélida cueva subterránea, donde no puede alcanzarme.
    Te vuelves hacia mí con una dulce expresión que me embriaga de quimeras y deseos. ¿Tus manos?, extendidas, para acariciar las líneas de mi rostro. Son frías y delicadas. Siento el tacto de tus yemas recorriendo el contorno de mis labios. Y tu cabello, liso, tan bonito y agradable al tacto, centellea como una laguna negra besada por el fulgor del ocaso. Pero son tus ojos, poseedores de una magia capaz de hechizar los cielos, los que liberan mi esencia de todo raciocinio mundano o banal preocupación y me sumergen en el estanque de tu infinito afecto.
    'Aquí no has de pensar, solo de sentir' musitas.
    Una noche más, amor mío, te he vuelto a encontrar allí, en mi utopía intangible, donde solo podemos vernos tu y yo.
    Y aun así te extraño.


En ocasiones, poco después de cerrar los ojos y precipitarme sobre la cama con vehemencia, despierto dentro de mi propio sueño. Soy plenamente consciente de mí mismo en un mundo al que no pertenezco. Controlo mi entorno, desde el color de las hojas y el olor que arrastra la brisa de céfiro, hasta la velocidad a la que se desplaza el disco anaranjado de la Luna por una bóveda celeste que, previamente, yo mismo he pintado sobre la oscura cúpula, con mis dedos enfangados en oleos de pastel. Nunca he alcanzado a comprender a que se debe tan extraño fenómeno... ¿Cómo puedo existir de forma tan real en un lugar que ni siquiera se puede tocar más que con la imaginación?
    Pero cierto día apareciste tú, y la irrealidad adquirió sentido.
    Mis preguntas, aun sin respuesta, fueron víctimas del olvido.
    No conozco ni tu nombre, pero tu corazón no guarda misterios para mí. Y, si bien hay veces que no comprendo tus doctrinas, mi confianza en ti no tiene parangón. Estas presente en mi interior desde el comienzo de los tiempos, pero no eres parte de mí; solo compartimos camino. Mientras duermo, te sumerges en mis pensamientos y me llevas de la mano a lugares que ni yo sería capaz de imaginar si no es a tu lado. Me mostraste el significado de palabras que antes me aterraban pronunciar, y jugaste con picardía con otras tantas que aun me hacen sonrojar...
    Entonces, dime: ¿dónde te has escondido ahora?
    Hoy, sin saber por qué, he despertado sobresaltado. La realidad me ha sacudido brutalmente hasta abrirme los ojos por la fuerza, inyectándome su dosis diaria de lucubraciones sin sentido sobre horarios de autobuses y facturas de la luz. El ensordecedor escándalo del tráfico ha sido testigo mudo de mi situación. Enfadado, he atizado un golpe al despertador. Mi corazón palpitaba con virulencia en el interior de mi pecho, y me he visto obligado a enterrar las uñas en mi piel para calmar la tensión de mis músculos agarrotados.
    He intentado serenarme, de recobrar ese ánimo que bruscamente me había sido arrebatado. Nada como hundir el rostro en un poco de agua. Frente a mí, el espejo me ha obsequiado uno de mis peores reflejos: mi piel parece marchita; mi mirada se pierde en la ignorancia. ¿Y mis ojos? Los he contemplado en silencio, como si soñara con encontrar en ellos el rastro de un pececillo que cruza de lado a lado, veloz cual centella, en el fondo de un manantial de aguas tenebrosas.
    Solo he hallado negrura, observándome desde el otro lado.
    ...
    Puede que no haya sido del todo sincero; en realidad si conozco la naturaleza de mi sobresalto, pero reconocer tu ausencia me atormenta de maneras que no sería capaz de soportar: hoy, como sucediera en mis últimas noches, he deambulado solo más allá de la frontera, y no te he encontrado.


Poco me ha importando que fuera día laboral; este miércoles me he guarecido en mi propio dormitorio. Ni siquiera he salido de mi habitación más que para ir al baño. En algún momento se me ha pasado por la cabeza llamar por teléfono para aclarar mi ausencia, pero no habría sabido que decir. Seguramente habría permanecido mudo al otro lado de la línea, como un estúpido.
    Al cabo de unas horas me he vuelto a tirar sobre el colchón. Entonces he tenido la sensación de que te ibas a deslizar a mi lado de un momento a otro, y no he abierto los ojos porque quería sentir una vez más la suave turgencia de tus senos contra mi pecho, escuchar tus susurros en el oído, sentir con mis manos las formas de tu delicioso cuerpo, detenerme en tu sensual cadera, acariciar tu fino vientre y, sí, también deslizar mis dedos hacia abajo. Desde la penumbra de mi dormitorio he regresado a nuestro pequeño mundo onírico para oler tu cabello y evocar tu cuerpo desnudo, bañado por la luz de la luna. Deseaba volver a acariciarte, recorrer tu piel con mis dedos, expresar mis emociones sin palabras sobre tu naturaleza divina, saborear tus fantasías y, finalmente, deslizarme hacia tu interior en armonía con nuestros corazones acelerados.
    Pero todo ha ocurrido en mi imaginación. No eras tú la persona que he encontrado en mi cabeza, tan solo tu recuerdo. Hermoso, excitante, pero ficticio. A pesar de ello mi cuerpo se ha contraído, y he derramado sobre mis manos permitiendo a mis sentidos vapulearan mi cuerpo.
    Al cabo de un rato me he rendido al sueño.
    Pero tampoco te he encontrado allí.


Muchos sentimientos asemejan fieras enjauladas que batallan por su libertad. Aunque también los hay que agachan las orejas y se dejan domina. Estos últimos me inspiran especial terror; van muriendo día a día en mi interior, a la sombra del tímido silencio del conformismo, bestia desalmada asesina de pasiones. Y no deseo que eso me ocurra. ¡Me niego a olvidar lo que he sentido tan real!
    Pero sé que es cuestión de tiempo que las heridas cicatricen y tu recuerdo quede perdido en mi memoria como un barco a merced de las corrientes. Puede que un día termine naufragando y se pierda para siempre en la noche de mi corazón, como lo que pudo ser y no fue. Me he prometido a mí mismo rescatarte de mi mente antes de que tal desgracia tenga lugar, pero el reloj transcurre aprisa y aun ignoro cómo atraerte de nuevo a mí.
    Temo haberte perdido para siempre.
  

Ha sido esta misma tarde cuando he tomado una difícil decisión, tal vez precipitada, aun a sabiendas del peligro que corría.
    No se dé que manera podría relatar el complicado proceso que ha tenido lugar detrás de mis ojos, donde lo irreal se transforma en actos decisivos, pero he regresado de mis sueños con una certeza tan clara como el agua: todo este tiempo mi error ha sido intentar aproximarte a mí.
    Y creo entender por qué.
    Tu naturaleza etérea jamás podrá ser arrancada y traída de regreso a la realidad contemporánea; no, sin extirpar en el proceso tu identidad incorpórea. Tal vez demasiado tarde he comprendido que tu forma indefinida, habitando el mundo de mis sueños, paseando de cabeza en cabeza como una musa de los tiempos de Troya, no es un obstáculo para tu existencia o nuestro amor; al contrario, fuiste tú quién, pacientemente, me mostró el camino hacia un idílico plano superior en el que tu y yo siempre podremos estar justos...
    ¿Cómo he podido estar tan ciego?
    A las veinte treinta y cinco de la tarde me he aproximado al armario de las medicinas y he seleccionado una caja de potentes somníferos. No he vacilado. Quedaban diecinueve comprimidos envueltos en plástico de marfil que he rasgado con mis dedos. Acto seguido me he dirigido la cocina y he llenado un vaso con leche tibia, lo que me ayudaría a pasar las pastillas por la garganta.
    De nuevo en mi cama me he desnudado y he procedido a ingerir los diecinueve discos blancos al tiempo que daba tragos de liquido. Mientras, pensaba en el proceso. En cuestión de minutos, he cavilado, el fármaco recorrerá mi sangre y me transportará delicadamente hasta tus brazos... Temo el riesgo de que no aguardes mi llegada, pero ten por seguro que yo te encontraré.
    El sopor se ha apoderado de mí antes de lo previsto. Mis parpados, de pronto muy pesados, se han precipitado sobre mis ojos. Se me ha resbalado el vaso de los dedos, ahora inertes, estallando en mil fragmentos condenadamente afilados al entrar en contacto con el suelo. En ese mismo instante mi mente se ha quedado en blanco, y mi conciencia ha sufrido una descarga que ha recorrido mi espina dorsal con un espantoso dolor. Luego, como si hubiera saltado hacia una corriente de aire, he sentido elevándome hacia un lugar recóndito, un lugar oculto entre la fantasía y los deseos, en el que sé que tú te escondes.


¿Recuerdas como nos conocimos?
    He regresado al mismo lugar.
    Desde aquí busco incansable tu figura. Mi corazón acelera con agitado descontrol al aproximarme a los arboles que crecen junto a la ribera, pues confío en verte surgir tras la espesura, dichosa, radiante, con tu sincera mueca burlona iluminando el cielo cuajado de estrellas, igual que sucedió en nuestro primer encuentro, aquel que me he negado a olvidar.
    Tal vez vuelvas a lucir tu gracioso vestido de tirantes, porque sabes que lo adoro. Tal vez finjas que no me habías visto nunca y, como ya hicieras, camines muy seria por la senda hasta que te levantes la falda con indiscutible libido al llegar a lo alto de la colina, riendo, jugando con mis deseos, los mismos que muero por susurrarte al oído. Aquella vez te dejaste caer sobre la hierba y tus dedos juguetearon con las briznas. Yo sentí curiosidad por tu cuerpo, y tú me musitaste con sensual voz que podía recrearme en tu templo de las formas que quisiera.
    Puede que hoy también volvamos a rodar ladera abajo, sobre un colchón de naturaleza. Incluso es posible que mis labios, nuevamente, terminen pegados a los tuyos, mientras mi lengua intenta abrirse camino en busca de nuevas experiencias que solo tú puedes ofrecerme.
    Y puede que esta vez sepa comportarme mejor contigo, y comprenda mejor tu corazón. Desearía tener la sabiduría para hacerte feliz, pero tu mejor que nadie sabes que solo soy un bobo, un muchacho perdido en un mundo que no comprende. Tal vez discutamos, tal vez no siempre estemos de acuerdo, pero todo yo seguirá siempre en ti.
    ¿Y sabes algo más? Puede que ya no seamos solo niños jugando a explorarnos, a recubrir nuestros cuerpos de pasión y deseos, y estemos preparados para dar un salto hacia algo que no alcanzo a imaginar.
    Puede que ocurran muchas cosas.
    Pero, de momento, no voy a dejar de buscarte.



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